lunes, 19 de marzo de 2007

Cuento: El sueño (Parte 3. Final)

EL SUEÑO (Parte 3. Final)




Escrita por: Fran Morell
Adaptación para radio por: Franz Aguilera


continuación...



LOCUTOR: Carlos se levantó nerviosamente de la mesa del bar. Camino torpemente derramando algún vaso en una mesa cercana, y salio de aquel lugar. Comenzaba a asfixiarlo. El ambiente cargado le recordaba la opresiva sensación de su sueño.

Carlos: No sé por qué no quisieron creerme, siendo tan evidente. Alberto me llamaba, y yo tenía miedo de responder. ¿Por qué? No lo puedo dejar allí esperando, pero por otro lado... ¿cómo puedo ayudarlo?

LOCUTOR: Esa noche, Carlos trato de no dormir. El terror lo ponía contra el sueño. Sin embargo, la naturaleza es más poderosa que los deseos de uno, y ya debían ser más de las seis y media, cuando cayó dormido sin poder evitarlo. El sueño llegó a él rápidamente...

"... corría desesperado por la calle, mirando nerviosamente hacia atrás. Mierda, ya está muy cerca, sé que podría alcanzarme en cuanto quisiera, y que sólo espera que yo deje de huir para atraparme. A mi alrededor, las calles vacías parecían burlarse de mí, mirando con los ojos negros de las ventanas rotas. De pronto, me giré bruscamente hacia la izquierda, entrando en un callejón. No estaba seguro a dónde conducía, pero era una oportunidad, una miserable oportunidad entre un millón.

El callejón era estrecho, y estaba oscuro... Seguí corriendo, el costado ya comenzaba a dolerme por el esfuerzo. ¿Y si no me había visto entrar...? Todo era posible, sí, ¿por qué no? Sentí que tenía una oportunidad y me aferré a ella. Resbalé, caí junto a un contenedor de basura, y me puse en pie lo más deprisa que pude. Mierda, un par de segundos perdidos, podrían ser preciosos. Ya lo tenía otra vez detrás, seguro, seguro.


Por fin llegué al final del callejón. La loca esperanza creció en mi interior cuando divisé la cabina, haciendo bombear adrenalina directamente al corazón. ¿Y si funciona? Seria magnífico, si tan sólo pudiera darme tiempo a intentarlo, si tan sólo pudiera levantar ese auricular, estoy seguro de que ya no podría alcanzarme, estoy seguro de que...


¡Sí! Una cabina, y no estaba destrozada. Entré como pude, levanté el auricular y escuché el tono de llamada. Aún no estaba a salvo, pulsé nerviosamente los botones, los dedos temblaban furiosamente sobre el teclado, y no sé si me confundí, pero ya era tarde para colgar e intentarlo de nuevo. La suerte estaba echada. Sé que estaba detrás de mí, y sentí que me había localizado, quizá espiando unos pocos pasos más atrás, riéndose de mis esfuerzos en balde... miré hacia todas partes, pero no le vi. De todas formas, estaba allí mismo, acercándose... Mierda, nadie coge el teléfono, nadie lo levanta... vamos... contesta, maldita sea, coge ese maldito teléfono de una vez... que ya está aquí... que ya viene... vamos..."

LOCUTOR: Carlos, despertó sobresaltado. El teléfono estaba sonando otra vez. Cuando se incorporó, su corazón latía desbocado, y tuvo que hacer un esfuerzo para no golpear el aparato. ¿Y si al darle un golpe se levantaba el auricular? Con enorme preocupación, se dio cuenta de que el corazón seguía latiendo fuerte y deprisa, y que no dejaba de hacerlo. Pensó que estaba cerca del infarto. Los timbrazos seguían y seguían.

(Timbrazos de teléfono)

Carlos: ¿Cuántos timbrazos van? No puedo cogerlo, no puedo... ¿Por qué no cuelga? ¿Por qué insiste? Trece... catorce... Por favor, que cuelgue, que cuelgue, date por vencido, vamos, no voy a contestar... (timbrasos)... ahora sí tiene que colgar, ahora…por favor (timbrasos)

LOCUTOR: Carlos levantó el auricular. Su mano temblaba furiosamente y tuvo que tranquilizarla, agarrándola con la otra. Casi podía escuchar su sangre latiendo en las sienes junto a sus orejas. Pero por el auricular no se oía nada aún. Lo llevó lentamente hacia la cara... Temblando cada vez más...

Carlos: ¿Diga?

(Ruidos extraños)

Voz: ¿Carlos, Carlos Paez? Soy yo Alberto Ruiz. (agitado)

LOCUTOR: A la noche en el Bar, Lucho y Mónica esperaban en vano a Carlos.

Lucho: Qué raro que Carlos no venga hoy.
Mónica: A lo mejor se enfadó después de lo de el otro día.
Lucho: ¿Por qué iba a enfadarse? No le dijimos nada malo.
Mónica: Estuviste un poco grosero.
Lucho: ¿Yo? Pues no fui yo quien le aconsejó que viera a un psiquiatra.
Mónica: No es un psiquiatra, sino una psicóloga, y además, es una amiga mía.
Lucho: Bueno, ¿sabes qué? Ya se le pasará
Mónica: Si tú lo dices... pero es raro que no haya venido.

LOCUTOR: Carlos corría desesperado por la calle. No le costó mucho reconocerla, aunque estaba algo cambiada. Los edificios, altos, grises y sucios, aparecían semi destruidos y huecos. Las calles estaban oscuras, coches abandonados y llenos de óxido, y en el cielo plomizo caía una lluvia ligera. Sabía muy bien que no iba a encontrar ayuda en ninguna parte, que nadie saldría a su encuentro para socorrerle. Corría desesperado, sabía que algo innombrable, demasiado espantoso como para conocer cara a cara, le estaba persiguiendo sin tregua, y que su única posibilidad, una sola entre un millón, era encontrar una cabina, una sola cabina que aún funcionase... y que alguien cogiese el teléfono al otro lado......


Fin.

No hay comentarios.: