jueves, 3 de julio de 2008

Columna "La cornisa": Diario Correo

Leyendo el diario Correo del lunes, me topé con esta columna. Dada la incertidumbre en la que estamos, respecto a la salud de Charly y con lo que vendrá post-internación, con el permiso del autor, cuelgo estas lineas inspiradas en el genio del rock.



:: El sonido de Charly



Por: Manuel Eráusquin

Hay frases que capturan a la memoria, canciones que impulsan a nuestra inspiración a seguir la senda de la ilusión. Temas musicales que acompañan la existencia y que los acogemos como soundtrack con la esperanza de un devenir auspicioso con melodía propia. Que después venga la realidad y exponga el poder de sus caprichos es algo que no importará: los sueños siempre tendrán su tiempo. Los aguafiestas tendrán que esperar.
Charly García ha tenido la habilidad o el talento de seguir alimentando sueños en muchos de sus seguidores. Más de treinta años de genialidad musical lo han blindado del reproche público. No han interesado sus infinitas peleas en bares, sus comentarios delirantes, sus desmesuradas tardanzas a sus conciertos o los innumerables aniquilamientos a los hoteles donde se aloja. El personaje, el divo, no ha destruido el afecto de sus fans. Una lealtad admirable pero a la vez una complicidad perversa.
He asistido a casi todos sus conciertos en Lima. En algunos dejó claramente ese brillo especial de la genialidad. En otros cantó con la distorsión heredada de sus divertimentos tóxicos: una exposición de la decadencia humana que vive hace años. Aún así, acá, en Lima, Perú, la gente lo aclamó. Charly y la maldición de ser intocable.
Su última sucesión de excesos, ejecutada en un hotel de Mendoza hace unas semanas, donde reventó todo lo que su furia pudo, lo ha conducido a una clínica neurosiquiátrica en Buenos Aires. Ahora, en Argentina, miran al cielo: la respuesta aún no llega.
Desde que lo escuché en mi adolescencia el impacto fue instantáneo y me estimuló a explorar en la historia del rock en castellano. Ninguno, según mi gusto, estaba a su altura. A partir de ahí la vida fue mejor, tuvo otros sonidos y otra perspectiva. Después uno creció y él seguía tercamente vivo: ignorando la claridad de vivir en salud.
Hoy busco recordar los mejores tiempos. Aquellos en los que se le veía sano y lúcido. Un recorrido por Youtube me contactó con el mejor Charly. Los primeros pensamientos tuvieron su nostálgico viaje al pasado, travesía de sonoridades limpias y honestas: lejanas a la perturbación de una mente sitiada por claroscuros.
Hace poco, a manera de broma, y también de reto para provocarla, le citaba a alguien la primera frase de Canción para mi muerte, composición de Charly García en su época de Sui Generis: “Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad, guardaba todos mis sueños en castillos de cristal”. Ella, extrañada, me preguntó: “¿Cuándo fue eso Manuel, en qué época? ¿Cuándo has vivido un tiempo hermoso?”. En ese momento mi respuesta fue el silencio. Ahora recién lo puedo decir: hace mucho, cuando recién abría los ojos y me bastaba una canción para poder sonreír.