"Yo que crecí con Videla…yo que luche por la libertad pero nunca la pude tener….”
Charly García
Por: Franz Aguilera
En el Perú, desde el año 1991 hasta el 2001, vivimos una dictadura a manos del ex Presidente Alberto Fujimori. Fue una soberanía asolapada que nos engaño a todos, a pesar que hubo acciones positivas para el país, nos manejaron como títeres. Nos editaron por casi 10 años. Pocos hicieron algo, muchos no hicimos nada, porque salir a marchar en una protesta y de ahí sentarse a esperar que pasa, es hacer nada.
Seguro que mucha gente vivió más de cerca los atropellos del gobierno autoritario, sufriendo por las muertes de sus familiares, sintiendo el abuso de poder, resistiendo las desapariciones, etc. Sobre todo en provincias.
La dictadura es así, el poder se concentra en unos cuantos y los demás tienen que acatar o sufrir. Los beneficios solo son para las minorías que la apoyan.
En la época del Fujimorato yo entraba a la universidad y uno de mis primeros trabajos fue sobre “La ley de la re-reelección”. Esa legislación permitía reelegirse por tercera vez a Fujimori. Era una ley pestilente, apoyada por los más de 40 ladrones de Fuji Baba en el congreso. Fue en esa época donde empecé a prestarle más atención a la política. Sin ser matemático comprendí que existe una ecuación global: corrupción = política. Una vez que te conviertes en político, por más buenas intenciones que tengas, al final siempre terminas manchándote, pudriéndote. Mientras mas tiempo seas político, mas podrido estarás. Me considero demócrata, pero soy realista y se que lograrla en todo su concepto es un imposible, una utopía.
Hace algún tiempo, mi hermano me prestó sino el mejor, uno de los mejores libros que he leído, “La fiesta del chivo” del genial Mario Vargas Llosa. Como muchos saben, este libro trata sobre el dictador de Republica Dominicana, Rafael Leonidas Trujillo, alias “el chivo”. El dueño, el jefe, el benefactor, el hombre que se adueño de lo más sagrado del hombre, el libre albedrío, el poder de elegir. Sugiero que quien no entienda bien como es una dictadura, lea esta obra de arte.
DESAPARECIDOS
En una dictadura, los militares serán el brazo ejecutor del gobierno. Actúan como incógnitas, sin uniformes, tratan de no ser identificados y evitan cualquier tipo de relación con el gobierno. Así es como secuestran y desaparecen a la gente. Cuando los familiares y amigos buscan a los suyos en las comisarías, en los cuarteles, ellos no saben nada, se desentienden e incluso prometen ayudar a buscarlos. Acusan a los subversivos de las desapariciones unas veces, otras sostienen que el desaparecido tal vez haya fugado con su grupo terrorista. Lo único claro es que el desaparecido tiene pocas probabilidades de quedar vivo.
Buscando en youtube el video del tema “Desapariciones” de Rubén Blades, pero interpretada por Los Fabulosos Cadillacs, me tope con una gran película, “La noche de los lápices”. Con ese nombre se recuerda el asesinato de 6 estudiantes argentinos del quinto año de escuela secundaria, en La Plata, Argentina, en el año 1976. Las victimas en su mayoría eran menores de 18 años. La historia la había escuchado hace algún tiempo, por lo que esta vez decidí conocerla por completo.
Describir los sentimientos frente a las desapariciones por parte de los militares, seria redundante frente a lo que nos dice este tema del panameño Blades en la voz de Vicentico. Es una crónica hecha canción.
LA NOCHE DE LOS LAPICES
Es una historia real. Todo esta narrado e investigado en el libro con el mismo nombre de María Seoane y Héctor Ruiz Nuñez.
En Argentina, La Plata, por el año 1976, como en otras oportunidades, los estudiantes secundarios luchan para que se vuelva instalar el boleto escolar, que equivale al descuento del pasaje urbano entre otros beneficios. La dictadura se los quitó y ellos están luchando por recuperarla. Los chicos no saben que en medio de sus marchas y grupos estudiantiles, se encuentran espías del gobierno, quienes les están haciendo seguimiento, apuntando sus nombres, direcciones, círculos sociales y todos sus movimientos.
En esas épocas, los estudiantes menores de edad, apoyados por sus profesores se organizaban por sindicatos, con la finalidad de hacer valer sus derechos. Estos chicos, como muchos, jugaban a la pelota, miraban caricaturas, escuchaban música, pero también se tomaban muy en serio los temas políticos, la inquietud de luchar por lo que ellos creían justo. Paralelamente, eran las épocas del nacimiento del rock en español. Música de protesta, de contenido social. Esta temática estaba presente en la sociedad argentina y en casi todas las expresiones artísticas.
Luego de algunas marchas, el boleto estudiantil fue repuesto, para luego ser nuevamente eliminado sin mayor explicación. El terrorismo disfrazado de Estado, pudo haber dado muchas respuestas ante esta decisión, pero eligió la acción más brutal, a esta la llamo “La noche de los lápices”.
Esta operación militar consistió en arrancar de sus hogares, de los brazos de sus padres, a unos estudiantes secundarios. La misión estuvo a cargo de un tal Coronel Ramón Camps, responsable de este atropello. Era la madrugada del frío invierno del 16 de Septiembre de 1976, entre las 0:30 y 5:00 AM.
Los secuestradores dijeron ser policías de La Plata mientras iban sacando de sus casas a los chicos entre dormidos y asustados. Los jalonearon, maltrataron en medio de amenazas a sus padres con armas. Ese día, entre otros, fueron secuestrados:
- Claudio de Acha. 17 años. Desaparecido.
- María Claudia Ciocchini. 18 años. Desaparecida.
- María Claudia Falcone. 16 años. Desaparecida.
- Francisco López Muntaner. 16 años. Desaparecido.
- Daniel A. Racero. 18 años. Desaparecido.
- Horacio Húngaro. 16 años. Desaparecido.
Unos días antes y varios días después, hubieron otros secuestrados, quienes pudieron sobrevivir, entre ellos Gustavo Calotti, Patricia Miranda, Emilce Moler y Pablo Díaz. Gracias a este último, quien contó todo en los juicios militares en el año 1985, se pudo descubrir toda la verdad de este caso. Es considerado el gran relator de esta historia.
Todos estos chicos en algún momento compartieron prisión. Unos ya se conocían del colegio, otros se conocieron ahí, mediante las voces. Las condiciones del encierro fueron brutales. Todo el tiempo estaban con las manos atadas, los ojos vendados, apenas alimentos, muchas veces pan y agua. Las torturas con pringues eléctricos eran para tratar de sacarles información sobre los grupos políticos en los colegios y sobre las protestas.
Hacían sus necesidades fisiológicas en sus celdas personales. El olor estaba lejos de ser agradable. Todos fueron manoseados por sus captores, las chicas sufrieron violaciones por delante y por detrás. Los hombres sufrían extracciones de uñas de los pies y quemaduras. Apenas se bañaban una vez a la semana. Andaban desnudos en sus celdas llenas de humedad. Algunos días compartían encierro con mujeres embarazadas, a quienes un par de veces ayudaron a parir. Muchos bebes se perdieron.
Estuvieron con profesores antigobierno heridos de balas. A la fuerza participaron en fusilamientos. La carga emocional era demasiado fuerte para unos chicos que aun no salían del colegio. Cada día que pasaba, resultaba difícil soportar la tortura corporal y psicológica, incluso uno de ellos, trato de suicidarse dándose cabezazos contra la pared, solo logro estar inconsciente. Todo esto ocurría mientras sus familias, a pesar de ser amenazados movían cielo y tierra buscándolos.
En la parte superior de las celdas, los cubría un techo que dejaba unos espacios para ventilación. Por estos espacios lograban escucharse las voces. Se daban ánimos, contaban chistes, cantaban temas del grupo Sui Generis, tan de moda en esas épocas. Trataban de sobrellevar los días tan grises.
Cerca a la navidad, luego de 90 días de cautiverio, entre gritos de “nunca nos olvides”, sacaron a Pablo Díaz. No volvió a saber de sus amigos. Años después se enteraría que el infierno se llamaba Centro Clandestino Pozo de Banfield. Lo trasladaron a otra celda, donde estaban los que serian devueltos a la sociedad como ex terroristas, como subversivos. Díaz recién seria completamente libre y saldría de la cárcel en Noviembre de 1980.
A pesar que la mayoría de estudiantes fueron asesinados, muchos otros secuestrados también recuperarían su libertad. Gracias a ellos, ya instalada la democracia en Argentina en 1983, los juicios militares sirvieron para reconstruir los detalles del cautiverio y horror al que fueron sometidos muchos escolares y ciudadanos argentinos.
EPILOGO
Estos chicos aun viven en el recuerdo de sus familiares y amigos. Sus verdugos nunca pudieron desaparecerlos por completo. La lucha social que mantuvieron es un ejemplo de vocación maximizada de justicia y hermandad.
Este caso particular, tuvo resonancia porque las victimas eran estudiantes secundarios. Los militares no tuvieron escrúpulos en ensañarse con ellos y eliminarlos. En honor a los chicos, cada 16 de Septiembre, en Argentina se celebra “El día de los derechos del estudiante secundario”, en homenaje a quienes murieron en “La noche de los lápices”.
La historia la llevaron al cine con el mismo nombre. Es una producción argentina y se realizó en 1986. Esta basada en el libro homónimo. Les paso la película por youtube.
Fin.
